Reseña: Qué es la cuarta revolución industrial? Cómo definirá nuestro futuro?Un libro sobre el cambio de paradigma que vive nuestra sociedad actual por el fundador del Foro Davos.Son muchos los desafíos a los que se enfrenta el mundo hoy en día, pero posiblemente uno de los más importantes sea comprender la nueva revolución tecnológica que está acarreando la transformación de la humanidad debido a la convergencia de sistemas digitales, físicos y biológicos.Las nuevas tecnologías están cambiando la manera en la que vivimos, trabajamos y nos relacionamos los unos con los otros y la velocidad, amplitud y profundidad de esta revolución nos están obligando a repensar cómo los países se desarrollan, cómo las organizaciones generan valor e incluso lo que significa ser humanos. En La Cuarta Revolución Industrial, Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, describe las características clave de la nueva revolución tecnológica y resalta las oportunidades y dilemas que ésta plantea.Las nuevas formas de colaboración y gobernabilidad, acompañadas de una narrativa positiva y compartida, pueden moldear la cuarta revolución industrial para beneficio de todos.
La historia muestra que, una vez que las revoluciones industriales se ponen en marcha, el cambio se produce con rapidez. Los emprendedores convierten los inventos en innovaciones comerciales, estas dan lugar a nuevas compañías que crecen aceleradamente y, por último, los consumidores demandan los nuevos productos y servicios que mejoran su calidad de vida. Una vez que el engranaje de este proceso comienza a funcionar, la industria, la economía y la sociedad se transforman a toda velocidad. En las reuniones del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab reúne a personas capaces de influir en esas transformaciones como jefes de gobierno, empresarios, líderes científicos, emprendedores o académicos. En este libro nos invita a pensar en la convergencia de distintas tecnologías, como las físicas, las digitales y las biológicas, en lo que llama la cuarta revolución industrial. En el Banco Santander tenemos un profundo sentido de la historia y una larga experiencia de transformarnos para servir mejor a nuestros clientes. Nuestro banco nació en 1857, entre la primera y la segunda revoluciones industriales, para financiar el comercio entre España y América. La tercera revolución industrial, impulsada por los ordenadores, nos permitió automatizar muchos de nuestros procesos, concentrarnos en servir a nuestros clientes y liberar capital para crecer y expandirnos a nuevos mercados. Las ideas contenidas en este libro nos ayudan a vislumbrar el futuro e imaginar cómo será nuestra industria en los próximos años, y a reflexionar sobre qué tipo de organización necesitamos para tener éxito. Les debemos a nuestros empleados, clientes, accionistas y comunidades adoptar esa transformación con responsabilidad. Las implicaciones de la cuarta revolución industrial son numerosas. Muchas de ellas ya nos afectan. Los temas abordados en este libro no son solo visiones del futuro. Son las realidades de hoy. Los conceptos de la cuarta revolución industrial ya están integrados en los modos de pensar y actuar de los emprendedores dedicados a desarrollar nuevos tipos de servicios financieros. Sus compañías son ágiles y colaborativas, diseñan y mejoran sus productos de forma interactiva, y trabajan de cerca con sus clientes, que ya viven vidas altamente digitalizadas. Esos clientes no ven diferencias entre sus vidas físicas y digitales. Sus nociones sobre la privacidad son muy distintas de las de las generaciones anteriores. Han crecido compartiendo en las redes sociales sus vidas, su localización, lo que les gusta y lo que no, sus rutinas, sus amistades, sus momentos más personales, sus datos biométricos. Creen que compartir estos datos sirve para mejorar los servicios que reciben, y esperan que dichos datos sean utilizados respetuosamente. La trayectoria de cada una de las revoluciones industriales nunca ha sido fácil ni directa. El tipo de trabajo se transforma. La mecanización y la producción en masa trasladaron a millones de personas de la producción agrícola y el campo al trabajo en fábricas y ciudades. Los ordenadores y el desarrollo de los medios de transporte hicieron posible la construcción de cadenas de abastecimiento más extensas y flexibles, que han atravesado fronteras y convertido los mercados locales en mercados globales y más interdependientes que nunca. La cuarta revolución industrial nos exige pensar lateralmente, uniendo industrias y disciplinas antes delimitadas de forma precisa. Los biólogos ahora deben ser también programadores y saber estadística si quieren explotar el potencial de la ciencia genómica. Las empresas financieras, desde los bancos hasta los fondos de inversión, contratan hoy a especialistas cuantitativos que puedan estudiar grandes volúmenes de datos en busca de información sobre el comportamiento de los clientes y oportunidades de inversión. Esta revolución generará millones de nuevos empleos para aquellos que posean las capacidades y la formación adecuadas. Uno de los mayores desafíos para los gobiernos y las empresas es formar la fuerza laboral del futuro y, al mismo tiempo, ayudar a los trabajadores de hoy a hacer la transición a esta nueva economía. Las revoluciones, cuando lo nuevo reemplaza a lo viejo, generan sensaciones de incertidumbre ante el cambio. Estoy convencida de que la tecnología no destruye empleo, pero las capacidades que se requieren cambian y eso puede crear inquietud. Por eso es indispensable que ayudemos a los trabajadores a desarrollar las destrezas que exigen los trabajos de la nueva era industrial. También nos corresponde establecer claramente nuestros propios límites morales y éticos. La tecnología puede sernos muy útil, pero no nos brinda un sentido de moralidad. No puede decirnos qué decisiones tomar como seres humanos. Nuestro propósito en el Santander es ayudar a las personas y las empresas a prosperar. Eso significa ayudarlas a progresar económicamente y también de todas las otras formas que consideren importantes, ya sea apoyando a su familia o levantando un negocio. Klaus Schwab siempre ha entendido que la prosperidad debe ser inclusiva. Que debe beneficiar a todos los miembros de una sociedad, no solo a una minoría. Para lograr esa prosperidad inclusiva hay que tomar decisiones. Afrontar el cambio climático, por ejemplo, exige atender nuestras necesidades económicas y ambientales de una forma inteligente y justa. Aún no hemos encontrado el punto de equilibrio. La cuarta revolución industrial puede cambiar eso, ofreciéndonos nuevas formas de generar y usar más eficientemente la energía. Un mundo verdaderamente próspero es aquel en el que cada individuo se siente capaz de vivir una vida plena y con aspiraciones. Las empresas tienen un papel fundamental en la construcción de ese tipo de mundo. En este libro, Klaus Schwab muestra las opciones que tenemos por delante, y nos ofrece una valiosa guía para tomar las decisiones que nos ayudarán a todos a prosperar. ANA BOTÍN, presidenta del Banco Santander Introducción De la multitud de diversos y fascinantes retos de hoy en día, lo más intenso e importante es cómo entender y dar forma a la nueva revolución tecnológica, que supone nada menos que una transformación de la humanidad. Nos encontramos al principio de una revolución que está cambiando de manera fundamental la forma de vivir, trabajar y relacionarnos unos con otros. En su escala, alcance y complejidad, lo que considero la cuarta revolución industrial no se parece a nada que la humanidad haya experimentado antes. Aún tenemos que comprender plenamente la velocidad y la amplitud de esta nueva revolución. Consideremos las posibilidades ilimitadas de tener miles de millones de personas conectadas mediante dispositivos móviles, lo que da lugar a un poder de procesamiento, una capacidad de almacenamiento y un acceso al conocimiento sin precedentes. O pensemos en la impresionante confluencia de avances tecnológicos que abarca amplios campos, como la inteligencia artificial (IA), la robótica, el internet de las cosas (IoT), los vehículos autónomos, la impresión 3D, la nanotecnología, la biotecnología, la ciencia de materiales, el almacenamiento de energía y la computación cuántica, por nombrar unos pocos. Muchas de estas innovaciones están en sus albores, pero ya están llegando a un punto de inflexión en su desarrollo a medida que se construyen y amplifican mutuamente en una fusión de tecnologías a través de los mundos físico, digital y biológico. Estamos evidenciando cambios profundos en todas las industrias, marcados por la aparición de nuevos modelos de negocio, la irrupción [1] de operadores y la remodelación de los sistemas de producción, consumo, transporte y entrega. En el ámbito social, se está dando un cambio de paradigma sobre cómo trabajamos y nos comunicamos, al igual que en cómo nos expresamos, nos informamos y nos entretenemos. Asimismo, los gobiernos y las instituciones se están reinventando, como también lo están haciendo los sistemas de educación, salud y transporte, entre muchos otros. Las nuevas formas de utilizar la tecnología para cambiar el comportamiento y nuestros sistemas de producción y consumo también ofrecen la posibilidad de apoyar la regeneración y preservación de entornos naturales, en lugar de crear costos ocultos en forma de externalidades. Los cambios son históricos en términos de su magnitud, velocidad y alcance. Mientras que la profunda incertidumbre que rodea al desarrollo y la adopción de tecnologías emergentes significa que aún no sabemos cómo se desarrollarán las transformaciones impulsadas por esta revolución industrial, su complejidad y la interconexión entre sectores implican que todos los actores de la sociedad global, los gobiernos, las empresas, la academia y la sociedad civil tienen la responsabilidad de trabajar conjuntamente para comprender mejor las tendencias emergentes. La comprensión compartida es particularmente crítica si queremos conformar un futuro colectivo que refleje los objetivos y valores comunes. Debemos tener una visión integral y compartida en el plano mundial de cómo la tecnología está cambiando nuestras vidas y las de las generaciones futuras, y de cómo está cambiando el panorama del contexto económico, social, cultural y humano en el cual vivimos. Los cambios son tan profundos que, desde la perspectiva de la historia humana, nunca ha habido una época de mayor promesa o potencial peligro. Mi preocupación, sin embargo, es que quienes adoptan decisiones quedan, demasiado a menudo, atrapados en el pensamiento tradicional, lineal (y no disruptivo), o están demasiado absortos en preocupaciones inmediatas como para pensar estratégicamente sobre las fuerzas de la disrupción y la innovación que le dan forma a nuestro futuro. Soy muy consciente de que algunos académicos y profesionales consideran la evolución que estoy analizando simplemente parte de la tercera revolución industrial. Hay tres razones que, sin embargo, sostienen mi convicción de que una cuarta y distinta revolución está en marcha: Velocidad: Al contrario que las anteriores revoluciones industriales, esta está evolucionando a un ritmo exponencial, más que lineal. Este es el resultado del mundo polifacético y profundamente interconectado en que vivimos, y del hecho de que la nueva tecnología engendra, a su vez, tecnología más nueva y más poderosa.
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